domingo, 12 de septiembre de 2010

Siesta en C. del U.

La siesta en C. del U. es mágica. El tiempo toma otra dimensión, se estira, se retuerce, hace que las cosas brillen raramente, y se opaquen con una luz de una intensidad desconocida. El silencio se corrompe de chicharras, se tiñe de lejanos cantares infantiles, bicicletas ruidosas y músicas que se escapan de las ventanas semiabiertas.
De verdad, es mágica. Trazos y trozos de tiempo ruedan por la calle, husmeando a los soñantes de la siesta, inspiran a poetas adormecidos y escriben notas musicales que volarán mucho más lejos de lo que se espera. No es raro escuchar el llamado del vendedor ambulante o del afilador ofreciendo su oficio sin apuro.
Y la Escuela de Música, corazón indiscutido de la magia, florece de vientos y cuerdas, arrebata la paz y agita la sangre, en la siesta su misterio apaga cualquier razón.
La siesta es un ardor de tiempos que se encuentran y se entraman en un punto, y una queda allí, asombrada, capturada por escenas y presagios. Voces, recuerdos, palabras, es imposible sustraerse al hechizo.
Entonces aparece el duende de la siesta, el hada del río, los dueños de la tierra, cautivando hasta el último hueco de los pensares desprevenidos.
Así, por ser una desprevenida caí presa de esa magia. En ella me enredé.

Todavía sigo allí.


Carolina Bugnone.

No hay comentarios:

Publicar un comentario