domingo, 19 de septiembre de 2010

House

Mira Dr. House en silencio, a veces sonríe, lo admira. En cierto modo quisiera ser como él. Más bien cruel, ácido. Sólo tienen en común la inteligencia y el dolor. No el de la pierna, claro.

Durante mucho tiempo se inventó un supertraje, con poderes incluidos y todo. No le faltaron razones. Cuando la vida lo metió de cabeza en el desamparo y dejó que los colmillos se hincaran sin piedad, se las arregló para coser ese traje, y lo bien que le vino.
En épocas de lanzarse a la vida, muchos años antes, las cosas no habían resultado sencillas. Y la sobrevida en la gran ciudad fue discurrir entre pelear y empalagarse, correr y emborracharse. Agujeros y agujeros… llenándose, atragantándose, metiéndose cualquier cosa.

House maltrata a uno de sus pacientes  y se empastilla descaradamente. Él toma otro trago de whisky  y sonríe mientras anhela ser ése. Que se arregla tan bien con sus dolores tirando mierda para todos lados.
Él, no House, cuando se hartó de los tóxicos, descubrió que a ese hueco lo podía llenar con dinero y así fue. Negocios y negocios salieron de los bordes de la necesidad, llenaron otras necesidades. Y ella llegó justo a tiempo, justo. Tomó de él sus necesidades y sus huecos y sus objetos llenadores, y le dio los propios. Transacción a medida. Algo de esta mujer le dio una cierta paz, que luego ella misma arrebató sin saber por qué.

House mira con deseo a la directora de la clínica, mujer hermosa e inteligente. Amor imposible. Tensión a largo plazo. Eros retenido.

Ahora él mira House y ve caer su amor, aún sin poder creerlo. No encuentra el supertraje, ni los poderes, los objetos no llenan nada, la paz se le volvió guerra… camina sobre las trizas, y sin embargo, allí está.
Sobre ellas.
Aunque sangre.
House ya encontró el diagnóstico imposible. Se regodea sin modestia, y lo goza.
Él, sólo toma otro trago.

Carolina Bugnone.

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