miércoles, 29 de junio de 2011

Los extraños caminos de la esperanza, de Alejo Salem*


 Hace unos días pasó por mis manos un billete de dos pesos (convertibles de curso legal y todas esas cosas que en aquel momento creímos), con la cara de Mitre cerca de los cincuenta años, con sus tonos celestes y la fachada del Museo Mitre en el reverso. No recuerdo su número de serie, pero si su letra: la A. Se trataba de la primera edición y se notaba en la cantidad de grietas que se le habían formado y teñido de un color casi negro por el ajetreo.
La verdad es que el billete se estaba deshaciendo de a poco y yo creo que debe ser por su escaso valor (los billetes de cien casi no se estropean), o porque carga con una multitud de esperanzas y proyectos.
La primera vez que vio la luz -afuera de la empaquetadura y las bolsas y los viajes en camiones blindados- fue cuando un jubilado, a poco de salir del banco, se lo dio a su nieto para que lo guarde en la alcancía (costumbre caída en desuso por falta de dinero o por necesidad de consumo). El niño le hizo caso y el billete reposó hasta que el pequeño vio un autito de colección que bien valía su esfuerzo.
La cajera de la juguetería guardó el billete con los demás, como si se tratara de otro billete y no el que transportaba la ilusión de un infante en vías de aprender el significado del ahorro. Lo depositó en una caja fuerte al cierre del día y lo mandó en un camión, de nuevo a un banco.
Los dos pesos volvieron a salir, esta vez a la caja de cobros del banco en que fue depositado: se lo llevó una señora de ruleros como vuelto por un pago bajo protesta por una boleta de teléfonos por llamadas que no había realizado. La señora se quedó con el billete y con la esperanza de que el número y letra de serie salga sorteado en Sorpresa y Media, al antiguo programa de Julián Weich; no tuvo suerte esa vez, ni en las semanas siguientes. Cuando se vio ajustada, o se cansó de ver el programa de televisión, lo usó para comprarle dos kilos de tomate al verdulero.
El billete durmió un par de noches respirando olor a acelga y naranjas. Al tercer día continuó con su destino de ilusiones y se convirtió en un par de apuestas: al 07 y al 70, un peso y un peso, a la cabeza en la Nacional nocturna. El quinielero, tal vez el hombre más memorioso del barrio, tomó la jugada y el billete. Esa noche salió el 25 y los dos pesos fueron a parar a un kiosco a cambio de un atado de cigarrillos Particulares.
El pobre Mitre ya se estaba poniendo moreno y el kiosquero lo usó para pagarle al distribuidor, que a su vez lo volvió a depositar en un banco, junto a una pila de billetes anónimos y laboriosos.
El tesorero del nuevo banco lo recibió sin algarabía y decidió destinarlo como cambio chico: fue a parar a una estación de servicios, donde estuvo poco tiempo apretado en una billetera con olor a nafta hasta salir como vuelto por la compra de unos litros de combustible. El taxista, su nuevo dueño, lo acomodó prolijamente en su billetera, donde pasó casi un mes, ya que el chofer no lo quería entregar porque había anotado en el frente del billete un número de teléfono que no se decidía a transcribir. Finalmente, en la estación de ómnibus de Retiro, el billete se bajó del taxi junto a una turista que volvía a Tucumán.
La señorita llegó a San Miguel con la resignación que queda después de unas vacaciones y con ganas de tomar un café decente, asqueada del brebaje que le convidaron en el micro. En un café de la terminal tucumana pidió un cortado y pagó con los dos benditos pesos.
La travesía hasta mis manos se desdibuja: sé que el billete volvió a Buenos Aires, participó de un robo (en calidad de víctima, o más bien de secuestrado), anduvo por pizzerías, clubes de barrio, dealers, iglesias varias…  En alguno de estos lugares recibió la inscripción con la que me topé; me lo dio un hombre casi tan arrugado como el billete.
Sobre la marca de agua, a la derecha de Mitre, se lee: “Pochy: si recibís este billete es porque todavía me querés”. Lo firma un tal Leandro.
No tuve coraje para quedarme con los dos pesos; en cuanto pude lo dejé seguir su curso de ilusiones.


*Alejo Salem (Emiliano Gonzalez), escritor y poeta marplatense, publicó Llueve y no estamos (poesía por defecto) 2005, y Voluntades con pies redondos (poesía periódica) 2011, ambos se pueden adquirir en la Librería Sibelius, Güemes 3381, Mar del Plata, o comunicándose al blog del autor cuyo link figura abajo.

alejosalem.wordpress.com

domingo, 26 de junio de 2011

EL POST DE LOS LUNES: La flauta


Mi relación con la flauta traversa es larga y conflictiva, hace exactamente veintisiete años que estamos juntas. Ningún vínculo de tan larga data se mantiene en pie siempre igual.

De todos modos, debo decir que la relación ha progresado notablemente, e incluso que estamos en nuestro mejor momento. Vamos al revés de las otras parejas: no empezamos con enamoramiento, ahora estamos más enamoradas que nunca.

Cuando tenía diez años, la currícula de la carrera en la Escuela de Música me exigía elegir un instrumento. En ese tiempo iba a elegir piano, pero Javier el paraguayo, guitarrista, me aconsejó que probara la traversa. Las únicas veces que había escuchado en vivo ese instrumento habían sido durante un ensayo en el patio de la escuela, tocada por Viviana, y otra vez por Patricia; me había gustado mucho su sonido.

Empecé entonces con mi maestra Flavia Casanova, y estuve casi un año para lograr algún sonido. La flauta era más difícil de lo que sospechaba, además mi organismo de diez años tenía que hacer esfuerzos, no me daban los deditos para cubrir las llaves, no me alcanzaba el aire para que sonara.

Ay la flauta, qué rara combinación entre el placer de hacer música y el horror de no cumplir las expectativas. Esa cuestión me atormentó durante años.

Por esa razón abandoné la música como carrera universitaria y a los diecisiete me fui a estudiar otra carrera.

Mi disfrute con la traversa, en esos años, estaba en los ensayos, no en la exposición pública.

El trío de flautas con Patricia y el Flaco, el trío con Bettina en oboe y la Flaca Silvia en clarinete. Después se sumó el Negro Potato con otro clarinete, y algunas veces el Cabezón en saxo.
Qué músicos infernales. Y los arreglos y las obras de Omar.

 La orquesta de De Mathaeis, el dúo con César en el piano, el dúo con Martín en guitarra, con Carina en el piano.

Ensamble, la música latinoamericana a los trece, grabar, tocar.

Betty Plana, mi maestra dulce como sólo los mendocinos saben serlo, joven, buena mina, excelente flautista; el curso con el suizo Renggli en Buenos Aires, las clases particulares con Becerra a los diecisiete viajando una vez por mes con mi vieja a Barracas.

Guardarla en el estuche y divorciarme de ella durante años.

Abrir el estuche.

Armarla, soplar, sonar, salirme por su aire, flotar, encontrarnos de nuevo como dos señoras que se conocieron de chicas y se alegran por reconocerse de casualidad en una esquina.



Para escuchar: Dúo Bety Plana - Polo Martí http://youtu.be/4VZEMWhWQIQ
                     
                       Martín García en guitarra   http://youtu.be/zyuZL9HQxnQ 

                       Flavia Casanova en flauta    http://youtu.be/GLC1g8rACPg          

                       Felix Renggli en flauta   http://youtu.be/vUqPWhvOCao



miércoles, 22 de junio de 2011

abajo



esto es una cascada
de esas
que no tienen fin,
uno mira hacia abajo
y nunca termina

los ojos
se caen en el preciso instante
en que siguen la trayectoria
indeterminada
de la piedra que alguien tira:
arrojarse

ante el acontecimiento
incongruente
estúpido
y circular,
sonrío

qué otra cosa podría hacer.
 

lunes, 20 de junio de 2011

EL POST DE LOS LUNES: Descendencia*


*posteado en www.costanegra.blogspot.com con motivo del 4to aniversario de la creación de ese blog.

 Ah, bueno. Festejarle el cumpleaños a un blog como si fuera un hijo.

Es cualquiera.

Como si hubiera nacido, un día, después de gestarse no sé cuántos meses en un recinto oscuro y palpitante, rodeado de líquidos raros, humores desconocidos y estados de ánimo fluctuantes.

Cualquiera.

Como si ese coso literario/cibernético hubiera abierto los ojos al mundo y el mundo lo hubiera mirado, y él hubiera respirado con el aire de esos ojos. Como si ese aire se le hubiera vuelto hacia adentro y lo hubiera hecho escupir nuevas palabras. O incluso crecer.

Como si hubiera cambiado con el tiempo, como si se hubiera ahogado o empantanado, llorado y descansado, corrido y desarmado, trasvestido y desnudado.

Como si le hubieran puesto y sacado ropa, olores, frases, acentos. Como si fuera un sujeto que recibió lo peor y lo mejor de sus padres, sus frustraciones y sus eternos deseos.

Como si se les pareciera.

Como si fuera a perdurar en la memoria de las rutas virtuales.

Como si nos hubiera hecho emocionar, enojar, adorar. Ponerle límites.

Festejarle el cumpleaños a un blog. Como si fuera un hijo. Cualquiera.

martes, 14 de junio de 2011

Plaga


"Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan".  Stephen King

Nunca pude ver “El exorcista”, ni de chica ni de grande. Cuando había pasado apenas los veinte, me invitaron a ir a verla al cine y volví a decir que no, y se rieron de mí. En el cine Ocho de La Plata, me acuerdo, y al novio de ese momento le dio vergüenza decirle a su amigo que rechazaba la invitación de salida de a cuatro porque a la novia le daba miedo.

Qué me importó, yo pasar un mes sin dormir por culpa de Linda Blair, ni loca.

Apenas si pude ver algunas de terror en VHS entre mis trece y catorce años, rodeada de compañeros del colegio matándonos de risa de los nervios.

Después, mucho después, vi “The Ring” y el susto me duró semanas. O meses, no sé. O mejor ni me acuerdo.

Pero si adentro de la cabeza viven tantos monstruos que se activan tremendamente con un libro de terror (“El hijo de la luna”, que ya ni sé de qué autor es, solamente que de chica osé leer el principio hasta que el pavor me congeló toda posibilidad de seguir). O con una película, depende la calidad.

Es como si el monstruo de la pantalla, que entra más por los oídos con la música tenebrosa que por la imagen, o el fantasma que entra por los ojos cuando se lo lee, tuviera una comunicación directa, telepática y efectiva con el satán de adentro.

Son el mismo, diría.

Y cómo convenzo a mi hijo de que los fantasmas no existen y que esos bichos malignos sólo viven en la tele.

Basta despertarse de una pesadilla para saber que no hay nada más real, concreto y atormentante que los monstruos.

Quién no conoce a alguno de ésos.

Afuera, adentro, por todos lados. Son plaga.


domingo, 12 de junio de 2011

EL POST DE LOS LUNES: así las cosas



considerando que:

los reyes magos son los padres
dios no existe
mi analista es un hombre común
mi mamá se enoja conmigo y me quiere a la vez
ya no soy la princesa de papá
mi hijo a veces me hace quedar mal
papá noel son los padres
la imagen es muy bonita y detrás no hay nada
los posgrados no te enseñan todo
a veces te olvidás de avisarme
el primero de año es terrible
no me amaban tanto
el ratón pérez son los padres
al otro día el maquillaje se corre
pasé los treinta hace rato
la plaza ramírez es más chica de lo que la recordaba
el café no me quita el sueño
el horóscopo no sirve
no hay candidato perfecto
freud también se equivocó
no salimos campeones del mundo de nuevo
y todo eso,

sólo me resta invitarte
a que hagamos algo.

no me asusta el fracaso
-puerto asegurado-
más me asusta que funcione.
 

Fotografía Iván Gómez.

viernes, 10 de junio de 2011

Bizarro


Existe una cosa que se llama twit cam.

O sea, mientras en Mar del Plata a las 21.30 llueve desconsideradamente, hace un frío de morirse, mi hijo se durmió en el sillón mirando tele, yo estoy con la net en la falda al lado del calefactor, de fondo la miro y la escucho a Maruxa monologando, simpática y desenvuelta, desde su compu en su casa en Quilmes.
Es una amiga virtual, no la conozco personalmente.

Primero la vi bailando una jota.
Después habló de Gogol. De juntarse los tuiteros para ir.
Le dijo algo a la hija.
De @matiolivares.
De Venezuela.
Sobre su pelo, la crema de enjuague y las trenzas.
Repite que se tiene que ir a cocinar.

Ahora, justo ahora, habla sobre el lunar que no sabe si dejarse o sacarse.

Mi hijo ronca, me muero de sueño. Se oye fuerte el ruido de la lluvia que cae sobre una chapa en la casa del vecino. Acá el invierno nos traga.
Y Maruxa manda besos por la twit cam.

La vida es rara. Y no me acostumbro.

miércoles, 8 de junio de 2011

Reverso



¿Viste cuando suena el despertador, no tenés ganas de levantarte y te espera un día larguísimo, pero hay olor a tostadas?

¿Viste cuando te despertás asustado por la hora y al próximo segundo te das cuenta de que ese día no trabajás?

Cuando pensabas que era domingo y recién era sábado.

Cuando abrís la heladera y quedaba un pote de helado en el freezer.

Cuando te regalan el CD que no podías bajar a la compu.

Cuando llueve, estás saliendo, abrís la puerta de calle y justo para.

Ponele, cuando encontrás plata en el bolsillo de tu jean y no tenías ni registro.

Cuando te clavás una hamburguesa triple con queso a las tres de la tarde después de haber pasado  hambre toda la mañana.

Cuando el jefe te llama y temblás, pero era para decirte que te van a aumentar el sueldo.

Cuando caés en el super el día de descuento por aniversario de no sé qué cosa.

Cuando te convidan un mate que llega justo a tiempo, recién preparado y con la temperatura del agua perfecta.

Cuando recibís ese mensaje de texto.

Cuando llegás muerto de frío y hay un calefactor prendido y las manos se te descongelan y te vuelve la sangre.

Cuando te morís de ganas. Y te gusta.

Ponele.
Bueno, eso, ¿viste?

domingo, 5 de junio de 2011

EL POST DE LOS LUNES: La respuesta (Yo también fui mala II)


Son lindos los recuerdos.

¿Sabés que me acuerdo de cómo empezó todo? (me vas a matar). Íbamos en una combi o colectivito a un cumpleaños en un club o algo así. Creo que fue Roxana que me señalaba las nenas que gustaban de mí y me preguntó quién me gustaba. Y yo te elegí a vos. Obviamente ella te lo dijo enseguida. Qué pasó después, ya lo sabés. Creo que fue en segundo grado. Qué chiquitos que éramos. La edad de tu nene, ¿no? Y pensar que nos conocíamos de hacía tiempo.
No te preocupes que no me acuerdo de mucho más.
Que alguna vez los dos salimos reyes de la primavera.
Que cuando volvíamos de catecismo ibas a la casa de alguien que vivía en calle Santa María de Oro, y nunca podía alcanzarte.
De algún acto de la escuela en que participábamos (siempre me ponían a leer a mí y a vos también).

Ah, una vez me pasó algo gracioso, y descubrí tu número telefónico.
Resulta que llamaron a casa unas chicas y yo atendí y me preguntaron por vos. Yo dije que no vivías y listo.
Era 6813 y descubrí que el tuyo era parecidísimo.

Bueno, gurisa.

Te mando un beso y gracias por despertar los recuerdos.
Me voy a levantarlo al Tomi para que vaya al jardín, mientras Vale se baña.

Pablo.