viernes, 10 de septiembre de 2010

Espuma

La ducha estaba caliente, lo suficiente como para aflojar los músculos tensos, contraídos y tercos de la espalda blanca.
Dejó que el agua la golpeara, corriera por su piel sin preocuparse, se metiera en todos los rincones y las curvas insinuantes, inconstantes, y descendiera sin prisa hasta los pies todavía fríos (él se acostaba en la arena caliente y hacía esfuerzos, bajo un sol impiadoso, por no volver a ella en sus pensamientos).
El agua la envolvía, deslizándose sobre cada uno de sus poros cansados, sus piernas blancas, sus manos apenas agrietadas y tímidamente soñadoras (el aliento del mar lo inquietaba, rugiendo a veces, asustando). El jabón torcía su espuma nueva sobre el cuerpo flojo, lamiéndolo con sencillez y llevándose el sudor tibio. Tomó el champú y desparramó un poco sobre el cabello castaño y lacio, sintiendo que el líquido frío se adhería a la piel de la nuca como mordiéndola (nunca creyó en los amores imposibles. Excepto cuando la conoció). Frotó con sus manos el cabello y empezó a sentir cómo la espuma perfumada se apoderaba de su cabeza y la abrazaba, y cómo descendía tristemente hacia los hombros, quemándola (sus ideas rodaban como piedras enloquecidas, un túnel sin puertas que lo dejaba fácilmente preso. Mientras tanto, el calor azotaba lento). Refregó con fuerza y las burbujas del champú crecían a bocanadas, ahora cerca de las orejas, leves e insistentes caían por su cuello, el torso y el vientre (y los gritos del mar se confundían con otros ruidos) aumentando implacables, corrían sobre su frente y los ojos cerrados, vagaban en las mejillas adueñándose de los ojos que seguían cerrados, se metían con placer en las orejas pequeñas (y otros miedos).
Abrió uno de sus ojos pero el ardor fue tan intenso y terminante que debió cerrarlo con fuerza, una lágrima tibia se mezcló con la espuma (largo enredo de sonidos en su cabeza) que crecía y a manotazos entraba en la nariz y tapizaba las fosas. La espuma corría hasta la boca semiabierta e invadía el rojo de sus labios, violaba la entrada hasta toparse con la lengua inquieta (se levantó sin la prisa de sus ideas), ya no podía moverse, la espuma sofocaba los poros abiertos (y caminó hasta la orilla) y el vapor caliente dificultaba la respiración, cubría al cuerpo que caía débilmente dentro de la bañera blanca. Y burlándose de la boca enteramente abierta (y quedaron a sus espaldas los ojos grises que lo siguieron) y cubierta de espuma y los ojos trágicamente abiertos e invadidos de espuma, en una carrera loca de asfixia perfumada (se metió entre la espuma blanca, salada…), en inútiles llamados, en el corte de la respiración, (…fría, terrible…) en la cínica posesión de lo que había sido su cuerpo de mujer.


Carolina Bugnone

2 comentarios:

  1. El jabón torcía su espuma nueva sobre el cuerpo flojo, lamiéndolo con sencillez y llevándose el sudor tibio.
    Solo es un ejemplo bonito.

    (y los gritos del mar se confundían con otros ruidos) (y otros miedos)
    Otro ejemplo.

    Tampoco quiero reescribir todo el texto aunque sí decirte que me ha gustado la espuma de tus cuerpos. He disfrutado leyendo.

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  2. Muy agradecida por tus comentarios, Lisardo.
    un abrazo.

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