lunes, 27 de diciembre de 2010

El dedo en la llaga

Como si fuera poco, me pongo a leer a Rodolfo Kusch. Parece un chiste. Es como cuando uno se compra un Fiat 147 y empieza a ver Fiat 147 por todos lados, o cuando una se embaraza y de repente la calle se llena de embarazadas. Es un instante de duda: ¿recién lo veo, o mi situación multiplica las situaciones de los demás? ¿el mundo se conspiró a favor de la réplica? ¿o estaba tan ciega?
Lo cierto es que en un momento de pausa en el trabajo, me instalo en la cocina, ese lugar verdaderamente cálido y tranquilo, especialmente hoy por la mañana, cerca de las fiestas de fin de año, ya no queda casi nadie aquí. Las plantas del patio están enormes, el jazmín creció descomunal y perfuma de un modo irresistible. Afuera hace calor, pero este lugar se conserva siempre fresco, porque es una construcción antigua, de techos más bien altos y paredes gruesas, como las de antes. Ya no vienen más así. Hay un par de revistas para entretenerse, revistas de divulgación, pero yo abro mi Kusch ahora que tengo un rato para degustarlo.
Me preparo un mate y arranco con el primer capítulo (qué rico está el mate). Este señor no tiene más que refregarme por la cara la distancia innominable entre el individuo y la ciudad. Entre la subjetividad y el número perdido en la masa. La desazón primaria que se destila cuando se toma un café en Buenos Aires, sentado, solo, y pasa un transeúnte que uno ve a través del ventanal, que es como uno y no lo es en absoluto. Secreta conexión y tremenda distancia.
¿Es que ahora todo el mundo habla y piensa sobre la desazón de existir? ¿es que los autores se pusieron de acuerdo para desarrollar esta idea taladrante acerca de los vacíos, las brechas, lo inefable de pisar este mundo?
¿Es que están conspirando porque yo no dejo de pensar en eso? ¿es que nunca lo ví tan claro, sin anteojeras, sin antifaz?
¿Es que ya nunca más voy a recuperar la estabilidad que creía que el mundo le daba a las personas? ¿o que el amor, o que la profesión, o que los hijos?
¿Es un camino de ida?
Afortunadamente se hace la hora de irme, antes de tener que regresar al trabajo. Y tengo un par de trámites que hacer en el medio, retirar las fotos del egreso de mi hijo, entregar un informe escrito, comprar agua destilada para el auto, preparar la valija para el viaje de las fiestas de fin de año.
Por suerte, me voy a entretener con tantas obligaciones cotidianas, que apenas si podré olvidarme por un par de horas de todo esto, que en verdad, ya nunca más podré olvidar.

Rodolfo Günter Kusch

2 comentarios:

  1. tuve como docente a la hija de rodolfo, florencia. te parte la cabeza en pedacitos y te la rearma de otra manera.
    me gusta tu blog.
    salut,

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