lunes, 13 de diciembre de 2010

Insomnio


No me gusta despertarme en el medio de la noche. Todo en silencio, negro, propicio para espíritus y cosas raras que divagan desde la mente hacia el vaho de la habitación, desde la habitación hacia el vaho de la mente.
No me gusta que me atosigue el pensamiento de noche. En esos momentos a veces las hadas se meten entre los satanes y se produce una mezcla tan extraña como encantadora.
Dado el caso,  el hada en cuestión se llena de brillitos y campanitas, esas cosas que a ellas les encantan, anda con una música de fondo tipo “Las cuatro estaciones” de Vivaldi y se mueve danzarina. El satán, en cambio, va chorreando sangre ajena, enardecido, lleva en los oídos Marilyn Manson, los ojos rojos le explotan y busca a su hada para devorarla toda vez que pueda.
En algunos momentos, el hada lo retiene con la mirada. Lo retiene como imán, más bien lo paraliza.
Lo congela pero con ardor, le tira un fuego por los ojos, muy simpático como todo lo que las caracteriza, es un fuego con chispitas de colores y que salpica.
Ante el intenso disparo de llamas de hechizo, lenguas de fuego tintineante y musiquita al tono, el satán se queda mudo.
Se queda con su bocaza abierta, los colmillos listos pero inmóviles.
Los ojos declinan ante la mirada imposible del hadita.

Después me vuelvo a dormir, y por la mañana, naturalmente, ya no me acuerdo de nada.

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