sábado, 1 de enero de 2011

Año Nuevo

Al final, cuando todo termina, resta lo verdaderamente verdadero.
Tus ojos de infinita claridad.
Tu voz, del modo en que sea. Del mejor, del peor.
Tu risa y es contagiosa.
Hasta tu llanto y ese hartazgo que dos por tres me atrapa.
Tu siesta. Tu noche. Digamos, tu dormir.
Tu despertar.
Tus ruiditos.
Tus abrazos, ésos no se comparan con nada.

Con nada.

Tus preguntas. Qué difícil encontrar la palabra justa.
Tus cantares.
El sólo hecho de que existas, más allá de mí, más allá de todo.
Y más acá, en todos mis costados.


A mi hijo Tadeo.

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