miércoles, 24 de noviembre de 2010

A las nueve


Son las nueve de la mañana,
un sol
de noviembre demorado
decide abrir
los ojos
y mirarme.
Es inestable
mi relación con esa luz,
que hoy prefiere lanzarse al mundo
y lanzarme al mundo
en el mismo
movimiento.
Ese viento blanco
retuerce un poco las ramas
más altas
y refresca
para que la gente no crea
que el sol puede calentar a su antojo.

Son las nueve de la mañana,
afuera hay
un mundo que se revuelca,
adentro hay
un mundo que se muere
y revive
todo el tiempo.

Afuera se siguen convenciones,
se cabalga en un sistema,
se mantiene una estructura,
se la rompe en pequeñas revueltas,
básicamente
se reproduce
en un devenir indeclinable,
se apunta, se dirige,
va.

Adentro
se gira como los perros antes de echarse,
se respira,
se disfraza,
se duerme,
se inventa,
se reprograma el radar,
se lo desenchufa,
se es música.

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