martes, 17 de mayo de 2011

Lo pasado no pisado

Marta con la guitarra, María Elena sentada, un cura tercermundista y otro amigo

Es lunes a la noche, acabo de cambiar de lugar los muebles del living y se está mejor así. En el sillón, con mi hijo sentado al lado completamente ofendido porque quiere ver “Estoy en la banda” en Disney XD. Yo puse 678.

Paula Logares, locuaz, clarísima, bonita, fuerte, habla fluido y transparente. Y mientras cuenta sobre su historia, sus apropiadores, su reencuentro con su familia de origen, repite varias veces que suele olvidarse datos, fechas, lugares. Y se ríe “Me pasa, me olvido”, y da a entender que su cabeza se protege del dolor olvidando. Como nos pasa a casi todos, pero para ella es peor.

Yo también me olvido de los datos que rodean el secuestro de María Elena y Marta Bugnone, las hermanas de mi papá. Los leí, leí los testimonios oficiales de quienes compartieron cárcel con Marta (de María Elena no hay), leí sobre los lugares en que fueron secuestradas, en dónde estuvieron detenidas, los nombres de sus secuestradores, en qué partido militaban, en qué fecha exacta las secuestraron, cuándo fueron los “traslados” en los que tal vez abordaron uno de los vuelos de la muerte.

Leí, pregunté, hablé con mis viejos. Pero no, no retengo esos datos.

Mis hermanas Flor y Ana, empapadas de la cuestión, saben, saben todo. Todo. Ellas sí registraron lo que pudimos averiguar, lo que recuerdan nuestros padres y lo que se supo después. Flor es una enciclopedia viviente al respecto. Ana trabajó en la Comisión por la Memoria en La Plata.

Yo, la colgada, la que vive en un frasco, la que parece más desprendida del asunto, la que no milita, la que impresiona más indiferente. No me acuerdo de casi nada de todo lo que ya sé. La colgada se olvida de todo, tal vez pensarán.

Y sí, se olvida de todo.

Porque no soporto recordarlo, no soporto imaginar los días y los meses y hasta los años -según un testimonio- de tortura y de horror. No voy a abundar en detalles, no voy a decir lo que ya se dijo tantas veces, no voy a meter la cuchara en el morbo tremendo que ya conocemos. No quiero, me niego.

Qué loco, el estandarte fue y es que no hay que olvidar porque el olvido mata un poco las cosas, aunque sabemos bien que las cosas (la verdad, digo) no se dejan matar tan fácilmente y retornan siempre, pero siempre, de alguna u otra manera. Y yo no quiero que nada de eso se muera sin su debido duelo, que se muera cuando se tenga que morir. Aunque sospecho que detrás de un trauma social así hay un duelo medio interminable.

Y sin embargo, me gana el paño frío del olvido.

No hay nada demasiado trascendente en este texto.
Sólo contar que tengo a esta cosa tan fresca en la carne que si no me olvido un poco, no sé cómo seguir.

* grandioso fallido, mi hermana Flor me recuerda que los testimonios que leí son de María Elena, no de Marta.

2 comentarios:

  1. Muy bueno Caro. A mi pareja le pasaba lo mismo. Cambió un poco cuando identificaron los restos de su papá. Igual el duelo no termina de hacerse nunca, me parece. Y te entiendo. Yo no logro retener esos datos, y hasta tengo casi borrada la imagen del esqueleto de quien hubiese sido mi suegro. Quien diría, no? Una imagen tan fuerte que, sin embargo, no puedo retener. Tantas cosas nos han sacado, Caro.
    Abrazo!

    ResponderEliminar
  2. gracias Vivi! sí, nos han sacado tanto y seguiremos insistiendo tanto, tanto, abrazo!

    ResponderEliminar