jueves, 1 de diciembre de 2011

Ojo por ojo*

                                                                                        “En el propio nivel de la experiencia fenoménica de la contemplación, este lado omnivoyeur asoma en la satisfacción de una mujer al saberse mirada, con tal de que no se lo muestren”.
                                     J. Lacan, Seminario XI.


Parpadea dos veces. Afina la vista, enfoca, entrecierra los ojos para ver mejor. A veces le viene una náusea por el olor. Cierra la entrada de aire por la nariz, y ahora es la boca la que se traga el vaho de los desechos. Incómodo pero extasiado, aguarda.
Teme moverse por si se resbala con alguna porquería blanda y sucia en el piso. La excitación aumenta cuando la mujer entra, cierra la puerta, y se prepara para su acto.
Parpadea de nuevo, acomoda el ojo a ese agujero, afina la vista, enfoca.
Por ese círculo, mira cómo la mujer se baja la ropa interior con un gesto mecánico, y resopla por el calor. Aire caliente, asco a bocanadas, cloaca y agitación, espera y saliva.
De pronto se escucha el sonido claro y limpio del líquido fluyendo por el inodoro  maloliente. Y el ojo se afina para ver ese hilo y su recorrido, y los extremos entre los que se extiende.
El ojo se agranda y se erotiza, se empapa en transpiración.
Se masturba, cada vez más fuerte. Le falta el aire.
Pero la escena se corta como tajo.
La mujer lo mira, el primer instante con asombro, el segundo con odio.
Sube su ropa interior con ímpetu, se moja pero no le importa. Furiosa acerca su cara al agujero, aprieta las mandíbulas y muestra los dientes, feroz, diabólica.
Grita.
El hombre cede, se retira hacia atrás, impactado y aún tieso.
Golpea su cabeza contra la pared, cae sobre el piso húmedo y asqueroso del baño, se toma la entrepierna, se detiene con el codo en el piso, se lastima con algo cortante en el tobillo. Ve abrirse la puerta de su baño, entra la mujer enloquecida de odio, desorbitada clava su taco derecho en los testículos confundidos. Y se va.
El hombre retorcido por el dolor, herido cerca del tobillo, apabullado, tembloroso, babeado y aún erecto, sonríe.


*otro de los cuentitos premiados en el Certamen Literario Osvaldo Soriano (Mar del Plata) en Cuento, este año.

4 comentarios:

  1. mente perturbada la del hombre ¿no? muy bueno el cuento, sin dudas.

    ResponderEliminar
  2. un poco perturbada, sí.. Gracias por leer!

    ResponderEliminar
  3. Lo mejor de todo es que lo que buscaba era lo que pasó al final: se salió con la suya.
    Espero que nunca te haya tocado un paciente así.

    ResponderEliminar