miércoles, 9 de marzo de 2011

Sr. D



El destino es un señor muy gracioso, gordito, petiso, más bien pelado. Es circular.
Simpático, pero prefiere no sonreír.
Anda con un maletín lleno de papeles, sellos, curitas y medialunas, es como la cartera de Mamá Cora: adentro tiene de todo.
No le conozco la voz pero supe que una vez habló con uno. Lo encaró como quien no quiere la cosa, doblando en una esquina cerca de Luro y la costa y le dijo un par de frases. Suficiente, dicen que el tipo ahí no más se murió. También escuché que salió corriendo y que después terminó yéndose a vivir al Caribe o algo así.
Andá a saber qué pasó en realidad. A la gente le gusta hablar.
Un día le mandé un mail y lo invité a comer, me dijo que no comía en horario de trabajo, que cuando se tomara vacaciones cómo no.
Más de una vez lo vi deambular por la vereda de casa, camina mirando para abajo, para el costado, para cualquier lado, no es muy bueno disimulando. Lo miro, me mira por el rabillo del ojo y nunca ni una palabra. Es duro para expresarse, el destino. No larga prenda.
Es como los tipos que te dicen “No necesito decirte que te quiero todo el tiempo, yo te lo demuestro”. Es igual, él no necesita hablarte nada, actúa directamente.

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