viernes, 11 de marzo de 2011

Cuadra



Las ganas me esconden
detrás de cualquier manzana
entre San Lorenzo y Avellaneda,
el 241 arremete como un viejo cansado
que corre,
gasta sus pies en un pique
y queda exhausto.

(Qué vida más rara
la de los colectivos,
ruedan todo el día
y no se pueden esconder de nadie)

Estoy en la rama
del árbol más rugoso de la cuadra,
desde arriba miro
las bolsas de supermercado
los encuentros callejeros
los perros
los autos impecables
y el tedio del anochecer.
En el techo
del edificio de la otra calle,
en el baúl
de mi habitación.

En la inútil supervivencia
de los que van a morir
en unos días,
en sus ojos previos y eternos

escapo al disparo
de esas miradas.

Estoy en todos los poemas
en todas las hamacas
en todas las noches
en todos los ojos que alguna vez
tuve
en todas las voces que fueron
mías
en todas las canciones que
me llevé
en todas las veredas que la gente
pisotea con indiferencia
entre
San Lorenzo y Avellaneda.

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